Por estos días, mientras la cosecha se desplaza hacia la zona central, en el Norte Chico hacemos balance de lo que ha sido una de las temporadas más desafiantes —y a la vez más reveladoras— de los últimos años para las zonas tempranas de Chile. Lo ocurrido entre las semanas 41 y 44 no solo rompió los patrones productivos tradicionales: sacudió la estructura comercial, tensionó los mercados y obligó a mirar con crudeza nuestros sistemas de control sanitario en un territorio que busca posicionarse como plataforma estratégica para la primicia mundial de cerezas.
En solo una temporada, el volumen de la ventana de los primores se cuadruplicó respecto de los niveles habituales para esas fechas. Este crecimiento trajo consigo retos inesperados: la irrupción masiva de nuevas variedades que no alcanzaron la consistencia esperada y el aumento simultáneo de variedades tradicionales, generando un volumen agregado nunca visto en esta parte del calendario.
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El resultado fue una presión fuerte sobre los mercados y una verdad clara: la calidad sigue siendo la única ventaja competitiva real en las semanas tempranas y así como se ha dicho incansablemente para lo que se exporta el resto de la temporada.
Frente al aumento explosivo de oferta, las exportadoras debieron diversificar mercados temprano. China ya no pudo absorberlo todo y se debió mirar hacia Estados Unidos, Europa, Medio Oriente, Taiwán y otros destinos que valoran la cereza chilena cuando llega con calidad.
La lección comercial es rotunda: la diversificación dejó de ser un discurso y pasó a ser una necesidad estratégica.
Inicialmente, el foco temprano parecía acotado, afectando parcialmente embarques a China y permitiendo diversificación. Pero en noviembre se declaró un nuevo foco en el corazón del Limarí, con un radio de 27,2 km que dejó bajo cuarentena gran parte del valle y prohibió embarques aéreos hacia China.
Fue un golpe logístico y comercial ya enfrentado la temporada anterior en las zonas que dependen de la velocidad y la ventana ultra-temprana.
La presencia puntual de mosca responde a fenómenos biológicos que no siempre dependen del agricultor, pero sí existe responsabilidad en las prácticas culturales. Chile es un país libre de mosca de la fruta y mantener ese estatus es una prioridad nacional.
Es clave fortalecer fronteras, evitar el ingreso informal de fruta desde países con presencia de la plaga y trabajar coordinadamente con el SAG en protocolos estrictos de trazabilidad y movimiento de fruta.