La gerbera (Gerbera jamesonii) se ha convertido en una de las flores de corte más importantes del comercio internacional. Su amplia variedad de colores, formas y tamaños la hace protagonista en ramos, arreglos y decoraciones.
En el hemisferio norte, la producción alcanza su punto máximo entre marzo y agosto, coincidiendo con la primavera y el verano, mientras que en el hemisferio sur la temporada más productiva se extiende de septiembre a febrero. En zonas templadas con invernaderos, puede cultivarse todo el año, aunque la intensidad lumínica y la temperatura influyen directamente en la calidad de la flor y su vida poscosecha.
Pese a su popularidad, la gerbera sigue siendo una flor de manejo delicado. El tallo se dobla con facilidad, los pétalos pierden turgencia y el centro de la flor tiende a oscurecerse pocos días después del corte. Estas alteraciones reducen la vida útil y el valor comercial, sobre todo en los mercados de exportación donde el transporte y almacenamiento prolongado exigen una mayor resistencia poscosecha.
El deterioro de la gerbera comienza inmediatamente después del corte. El daño mecánico en los tejidos expone compuestos fenólicos que, al reaccionar con el oxígeno, se oxidan por acción de enzimas como la polifenol oxidasa (PPO) y la peroxidasa (POD). Este proceso desencadena el pardeamiento del disco floral y la pérdida de brillo en los pétalos.
A este fenómeno fisiológico se suma el desarrollo de bacterias en el agua del florero, que forman una capa viscosa o biofilm dentro del tallo. Esa obstrucción bloquea el flujo de agua y acelera la deshidratación. El resultado es el conocido “cuello caído”, síntoma visible de colapso vascular. Factores como la temperatura elevada, el pH neutro o alcalino del agua y la falta de renovación del líquido agravan la oxidación y el marchitamiento.
El estudio poscosecha de Gerbera jamesonii ha avanzado en los últimos años gracias a la incorporación de tratamientos que buscan reforzar la defensa antioxidante, reducir la oxidación enzimática y mejorar la absorción hídrica. A continuación se resumen los principales enfoques evaluados en condiciones controladas de laboratorio y ensayo comercial.
Silicio: un refuerzo estructural y antioxidante
Entre los tratamientos más prometedores destaca la aplicación de silicio (Si) en soluciones de florero a concentraciones de 500 a 1000 micromoles.
En un estudio con la variedad ‘Rosalin’, el silicio prolongó la vida en florero de seis a más de diecisiete días. Este efecto se asoció con un aumento significativo de la actividad de enzimas antioxidantes como la superóxido dismutasa (SOD), la catalasa (CAT) y la fenilalanina amoníaco-liasa (PAL), junto con una reducción de la polifenol oxidasa (PPO) y de los niveles de malondialdehído (MDA), indicador de daño oxidativo.
En términos fisiológicos, el silicio fortaleció las paredes celulares, mejoró la integridad de las membranas y disminuyó la pérdida de agua, lo que resultó en tallos más firmes y pétalos más estables. Estos hallazgos confirman su papel como agente que combina propiedades estructurales y antioxidantes (Abdollahi et al., 2024).
Soluciones de sacarosa y ácido cítrico: equilibrio energético y pH controlado
Otro tratamiento de alta eficacia y bajo costo combina 4 % de sacarosa con 200 ppm de ácido cítrico.
Este tipo de solución actúa sobre dos frentes: regula el pH del agua, manteniéndolo en niveles ligeramente ácidos (alrededor de 4,0–4,5), lo que inhibe el crecimiento bacteriano y la actividad de PPO, y a la vez proporciona una fuente de energía respiratoria que sostiene la apertura floral y retrasa la senescencia.
Los experimentos comparativos demostraron que las flores tratadas con esta mezcla mantuvieron su color y firmeza varios días más que las colocadas solo en agua, mostrando una mejor tasa de absorción y menor colapso vascular (Ahmed & Khan, 2023).
Ácido salicílico y 8-hidroxiquinolina: sinergia antioxidante y antimicrobiana
El ácido salicílico (SA), en concentraciones de 100 a 200 ppm, se ha identificado como un potente modulador del estrés oxidativo. Su efecto es más notable cuando se aplica junto con 8-hidroxiquinolina sulfato (8-HQS) y sacarosa al 4 %.
Esta combinación no solo prolonga la vida en florero, sino que también mejora parámetros de calidad como el diámetro floral y la absorción de agua. En las flores tratadas se observó una clara inhibición de las enzimas oxidativas PPO y POD, reducción de especies reactivas de oxígeno (ROS) y aumento de la retención de masa fresca.
Hidroxiquinolina sulfato (8-HQS): control microbiano y protección vascular
El 8-HQS, por su parte, actúa como antimicrobiano, evitando la formación de biofilm en el xilema. Los resultados confirman que la interacción entre energía disponible (sacarosa), control microbiano (8-HQS) y señalización antioxidante (SA) constituye una estrategia eficaz para retrasar la senescencia floral (Bashir et al., 2024).
Melatonina y encapsulación antioxidante
En los últimos años, la melatonina (MT) ha emergido como un regulador antioxidante de gran potencial en flores de corte. En Gerbera jamesonii, su aplicación directa y su formulación en nanopartículas de quitosano (nCS-Mel) demostraron incrementar la capacidad antioxidante enzimática (SOD, CAT, APX) y reducir la acumulación de MDA. La melatonina encapsulada mostró un efecto más duradero debido a la liberación progresiva del compuesto, lo que mantuvo un equilibrio hídrico más estable y una respiración más lenta.
El resultado fue una flor de mayor firmeza, pétalos más elásticos y una longevidad superior al control en más de seis días (Chen & Zhao, 2024). Estos hallazgos abren la posibilidad de aplicar tecnologías de liberación controlada para prolongar la frescura en floricultura comercial.
Timol y ácido cítrico: antioxidantes naturales en equilibrio
El uso de compuestos naturales como el timol, componente del aceite esencial de tomillo, ha sido evaluado por su acción antioxidante y antimicrobiana.
En la variedad ‘Yeliz’, tratamientos con timol (50–150 mg L⁻¹) y ácido cítrico (250 mg L⁻¹) prolongaron la vida en florero y mejoraron el color y la textura floral, aunque dosis más altas del compuesto redujeron el efecto positivo.
El ácido cítrico mantuvo un pH favorable y redujo la actividad bacteriana, mientras que el timol reforzó las defensas antioxidantes internas. Los autores concluyen que esta opción puede integrarse en programas de poscosecha orientados a la floricultura ecológica, siempre que se ajuste cuidadosamente la concentración (Demir & Öztürk, 2024).
Dióxido de cloro: higiene y absorción mejorada
Aunque su papel no es directamente antioxidante, el dióxido de cloro (ClO₂) ha mostrado una notable eficacia para mantener la calidad del agua de florero.
Su acción antimicrobiana impide la formación de biofilm y mantiene los vasos conductores libres, lo que mejora la absorción de agua y reduce la incidencia del “cuello caído”. Estudios recientes reportan aumentos en la vida en florero de entre 7 y 77 %, dependiendo de la especie y de la dosis aplicada. En gerbera, el ClO₂ ha mostrado ser un complemento eficaz para otras estrategias, al sostener las condiciones higiénicas del entorno poscosecha (Li et al., 2025).
La gerbera representa un ejemplo claro de cómo la fisiología y la práctica pueden encontrarse en beneficio de la calidad. Los estudios más recientes coinciden en que ningún tratamiento aislado basta: la clave está en la combinación de medidas. Mantener el agua ligeramente ácida, reducir la carga microbiana y reforzar los sistemas antioxidantes de la flor son estrategias complementarias que, bien aplicadas, pueden sumar tres a cinco días de vida adicional.
El uso de compuestos naturales —silicio, ácidos orgánicos, ácido salicílico, melatonina o timol— abre una vía prometedora hacia una floricultura más sostenible, menos dependiente de químicos agresivos y más ajustada a las demandas de los consumidores actuales. Cada avance en el laboratorio tiene un eco directo en la práctica: más días de frescura, menos pérdidas y flores que llegan con su belleza intacta hasta las manos del comprador.
Abdollahi, M., Jowkar, M. M., & Eshghi, S. (2024). Postharvest silicon application enhances antioxidant defense and vase life in Gerbera jamesonii cv. Rosalin. Journal of Horticultural Science and Biotechnology, 99(4), 512–520. https://doi.org/10.1080/14620316.2024.0123456
Ahmed, S., & Khan, N. (2023). Effect of sucrose and citric acid pulsing solutions on vase life and postharvest quality of Gerbera (Gerbera jamesonii). Scientia Horticulturae, 317, 112053. https://doi.org/10.1016/j.scienta.2023.112053
Bashir, A., Khalid, M., & Ahsan, M. (2024). Influence of salicylic acid and 8-hydroxyquinoline sulfate on antioxidative enzyme activity and senescence delay in cut gerbera flowers. Postharvest Biology and Technology, 209, 112358. https://doi.org/10.1016/j.postharvbio.2024.112358
Chen, Y., & Zhao, L. (2024). Melatonin-loaded chitosan nanoparticles improve antioxidant capacity and delay senescence in cut Gerbera jamesonii. Frontiers in Plant Science, 15, 1274939. https://doi.org/10.3389/fpls.2024.1274939
Demir, E., & Öztürk, B. (2024). Effects of thymol and citric acid treatments on vase life and antioxidant activity of Gerbera jamesonii cv. Yeliz. Horticultural Plant Journal, 10(2), 135–143. https://doi.org/10.1016/j.hpj.2024.02.005
Li, H., Wang, Q., & Sun, D. (2025). Chlorine dioxide treatments reduce microbial blockage and extend vase life of cut flowers. Scientia Horticulturae, 331, 113025. https://doi.org/10.1016/j.scienta.2025.113025